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Tomado del catalogo de la exhibición “Antonia Eiríz: Tributo a una leyenda’’ en el Fort Lauderdale Museum of Art, 1995.



Antonia Eiríz en retrospectiva
   
Por Juan A. Martínez Ph.D.
                                                                                                                                           Traductora Elena Zayas

Antonia Eiríz (1929-1995) fue una de las artístas más destacadas de la generacion de los años 60 y a su vez excelente profesora de arte. Llegó a convertirse en un mito de su época.(1) A pesar de haberse graduado de la Academia de Arte de San Alejandro en 1958, su educación artística proviene casi en su totalidad de su estrecha relación con los artístas expresionistas y abstractos del grupo llamado Los Once (1953-1955). Aún cuando ella eligió su propio camino figurativo, mantuvo una gran amistad con los artístas más importantes de dicho grupo y consideraba a Guido Llinás, uno de los fundadores del grupo, como su maestro.(2) Compartió con ellos el interés en la creación de un arte intuitivo, existencial y formalmente consciente.

Eiríz tuvo su primera exhibición individual en 1964. Ya en aquel entonces había desarrollado un estilo muy personal e iconográfico como puede observarse en sus cuadros “Mis compañeras” 1962-63, “Cristo saliendo de Juanelo” c. 1963-64, “Ni muertos” sin fecha, y “El dueño de los caballitos” 1964, con sus figuras contorsionadas, sus superficies arañadas y una rudimentaria emoción plasmada en ambiciosos lienzos, éstos cuadros sobrepasan todos los aspectos del expresionismo logrado on Cuba hasta entonces.

Su obra más conocida, “La anunciación” ca. 1963-64, es una de las versiones más únicas y modernas de éste repetido tema del arte occidental. El divino mensajero está representado por un esquelético y agresivo angel caído, la Virgen María por una sencilla costurera (semejante a la madre de la artísta, recientemente fallecida en aquel momento) transformando el mensaje en uno de temor y muerte. Llevó éste tema tradicional al mundo actual relacionándolo con los problemas de nuestra angustiosa época.

En general sus imágenes de los años 60 son violentas expresiones de furia sobre la condición humana, de acuerdo con la mejor y más moderna tradición de Francisco Goya, James Ensor, Kathe Kollwitz, Jean Dubuffet, Clemente Orozco y Francis Bacon. En Cuba, la obra de Eiríz, con su acerba crítica política, tiene su antecedente en los dibujos de Rafael Blanco (1885-1955), mientras que su obra más personal y sombría se remonta a los cuadros de Fidelio Ponce (1895-1949) y Raúl Milian (1908-1994). Entre éstas influencias puede incluirse también la obra literaria de Virgilio Piñera (1912-1979) con su incisivo humor negro.

La violencia y el drama de su obra de los años 60 significan no sólo una trágica y generalizada visión de la humanidad, sino también un simbolismo de la incertidumbre y del sitio donde Eiríz se desenvolvía. Los años 60 fueron especialmente turbulentos para Cuba. Allí, la década llegó exactamente un año antes de lo establecido, con el triunfo de una revolución absorbente que alcanzó su punto más álgido con el papel protagonizador por Cuba en el casi Armagedón conocido como La Crisis de los Misiles en octubre de 1961.

En su mayoría, sin embargo, los artístas cubanos de ésos años plasmaron los aspectos positivos y heróicos de la recién estrenada revolución. Sobre éste asunto el artísta y crítico Antonio Eligio (Tonel) ha observado agudamente "Otros pintores (no Eiríz), inmersos en la misma realidad sólo captaron su aspecto externo documentándolo como si fuese del exterior al interior.… Algunos, sin darse cuenta, suavizaron en extremo la imagen de aquella realidad: sólo vieron palomas donde también existian buitres, halcones y buhos; colocaron el amor en un primer plano como si fuese la norma y olvidaron el odio expresado a diario, cuyo alto costo fue de sangre, necesidad y mutilaciones."(3)

Antonia Eiríz y su colega Angel Acosta León (1930-1964) constituyeron la excepción de esa generación respecto a ésta idealización de Cuba Revolucionaria. Exploraron (cada uno en forma única), el aspecto más tétrico de sus vidas y de las vidas que los rodeaban en aquel momento.

Algunos de los cuadros de Eiríz, en particular los que representan un orador o tribuno como “El vaso de agua” 1962, “Los de arriba y los de abajo” 1963, y “Naturaleza muerta” 1967, se adentran en el tema de la crítica política. Exponen la tendencia revolucianaria de Cuba y Latinoamérica en esos años por grandes discursos, creciente demagogia y frenéticas muchedumbres.

Como una paradoja, en a1gunas de sus imágenes más impresionantes el orador está invisible pero, sin embargo, sugiere e una aterradora presencia. La reacción oficial a sus cuadros sobre los oradores fue negativa, y combinada a su vez con los diarios problemas de índole personal, la llevaron a abandonar su arte en 1969. Pero a pesar de eso, en menos de una década de constante obra artística, que incluía pintura, dibujo, grabados y construcciones, Eiríz dejó una huella indeleble en el arte cubano.
   
Eiríz no fue solamente una artista de primera calidad, sino también una excelente profesora. Esta actividad es otro aspecto de su legado al arte cubano contemporaneo. Su dedicación como profesora de arte y artes manuales a diferentes grupos de estudiantes dejó una huella importante. De 1965 a 1969 fue profesora de arte en la Escuela Nacional de Arte Cubanacán, donde su cálida pero rigurosa metodología le ganó la admiracibn de toda una generación de jóvenes artístas. Tomás Sanchez, uno de sus alumnos pintor mundialmente reconocido, le rindió el más alto tributo al expresar: "Me enseñó a ver, mientras otros profesores me enseñaban la técnica, reglas y la teoria”.(4)

Durante los años 70 Eiríz se retiró al reparto Juanelo donde estableció una escuela de construcciones en papier maché utilizando como alumnos a la mayoría de sus vecinos de clase trabajadora. Alli desarrolló probablemente la actividad artística más revolucionaria, llegar a los pobres abriéndoles los ojos y la mente a su creatividad artistica y personal, y enseñándoles a ganarse la vida libremente.

Este proyecto culminó en 1979 en una gran exhibición de la obra de sus alumnos presentada en la antigua mansión de la Condesa de Revilla de Camargo en la zona del Vedado, en La Habana.(5) Más importante aún, muchos de los que participaron en el taller de papier maché de Juanelo llegaron a se artesanos tota1mente dedicados a su obra. El legado educador de Eiríz es notable, así como sus valores artísticos que ahora comienzan a apreciarse en su justa dimensión.
   
El talento artístico y educador de Antonia Eiríz, combinado con su temprano retiro del mundo artístico y su parcial reclusión en Juanelo hicieron de ella una figura mítica de la cultura cubana en los años 80. Durante ésa década recibió numerosos premios del Ministerio de Cultura. Sin embargo, el tributo más valioso fue el otorgado por Silvia Margarita del Valle, Nelson Villalobos y otros estudiantes de arte que la convencieron de participar en un proyecto de tesis de grado que incluía una exposición individual.

La exhibición, titulada “Reencuentro”, se celebró en la Galería de Galiano en 1991, con asistencia de numeroso público y representó el redescubrimiento de Eiríz por una nueva generación de artístas que habían tomado un camino más independiente y crítico respecto a su medio social. Después de “Reencuentro”, los últimos años de su vida fueron de gran actividad. Una de ellas fue su traslado a Miami en 1993, donde reanudó con gran entusiasmo su produccion artística y participó en diversas exhibiciones.
   
Los dibujos y cuadros de los años 90 representan una continuación de su obra de los 60 en estilo y contenido, pero con notables diferencias, resultado de 25 años de separación. La figura humana distorsionada, a veces reducida a un simple craneo, los espacios ambiguos y restringidos, las tonalidades oscuras, los irónicos y sugestivos títulos y el hiriente mensaje socio-político y humanista se mantienen latentes en sus cuadros, como en “Crucifixión”, “Paisaje interior”, “Entre lineas”, todos de 1993. Repitió íntegramente su trágica visión de la crueldad humana, la angustia y el dolor; sin embargo, el aspecto general de sus imágenes expresionistas pasó de la ira y el ultraje a un resignado pesimismo sobre la condición humana en general y la cubana en particular.

Los lienzos más pequeños, superficies sobrepintadas, colores de joyas y una figuración más abstracta, ofrecen una triste meditación más que una acusación a la humanidad en su totalidad y a su pueblo en especial. Esto es también palpable en su dramática serie de cuadros en blanco y negro de 1994, que incluyen la desasida “Maternidad” y el inquietante “No somos uno”. En muchos de sus cuadros recientes las figuras aparecen mutiladas, símbolo de la supresión del individuo por la sociedad determinada a dominar su conducta.

Eiríz relaciona éste proceso al método bonsai de recortar y controlar el crecimiento de las plantas. Personalmente, Eiríz se identificaba con éste tema debido a su experiencia como hija de una familia española tradicional que suprimia las ambiciones de la mayoría de las mujeres fuera del ámbito del hogar, y también por haber nacido en un país cuyo gobierno está dedicado a controlar los movimientos de cada ciudadano. En todo caso, el concepto del bonsai humano es tema principal de su obra última.

Al final de sus días, Eiríz se dedicó a producir un grupo de cuadros para ésta exhibición de los cuales “Vereda tropical” es típico de su arte. El título, tomado ironicamente de una dulzona canción popular, choca con la imagen de un sórdido camino, junto a una muralla de cabezas humanas encaminadas hacia un atardecer desvanecido. Como ejemplo universal, éste desolado paisaje niega la tradicional idealizacion de la vida soleada y alegre del trópico.

Un análisis más profundo sugiere el fin de una era, con el alto costo de víctimas. A nivel personal, esa imagen anticipa el resumen de su viaje a través de la vida. Ese viaje la llevo al campo del arte y de la cultura cubanas contemporáneas, donde su mito como artísta-educadora contribuyó con una voz de gran impacto, fuerte, compasiva y trágica. Cuando su arte sea justamente reconocido dentro y fuera de Cuba, alcanzará su posicion como una de las más notables artístas expresionistas del modernismo tardío.
   
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Notas
(1) La escasa literatura existente sobre la obra de Eiríz consiste en su mayoría en artículos de revistas y periódicos. Ver: Adelaida de Juan, "De lo tremendo en
(2) la pintura cubana,” Cuba (abril 1964) 52-55; Roberto Fernádez Retamar, "Antonia" Gaceta de Cuba (marzo 20, 1964) (re-impreso en Reencuentro Habana, 1991 catálogo de la exhibición); Antonio Eligio (Tonel), ''Antonia Eiríz en la pintura cubana” Revolución y Cultura (marzo, 1987): 39-45; Giulio V. Blanc, "Antonia Eiríz, una apreciación,’’ Art Nexus julio-septiembre 1994):44-46. Sus cuadros se encuentran en la colección del Museo Nacional de Cuba y en numerosas colecciones privadas tanto en Cuba como en Los Estados Unidos.
(3) Agradecemos a Manuel Gómez, esposo de Eiríz y a su sobrina, Susana Barciela, su generosidad al facilitarnos datos informativos y una mejor comprensión de su vida y su arte.
(4) Eligio (Tonel). op. cit. 45.
(5) Fabiola Santiago, "Cuban painter Eiríz, 65, dies’’ The Miami Herald (marzo 10 1995) 2B.
(6) Onelio Jorge Cardoso, "Arte Popular" Cuba (1979):24-29

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